lunes, 11 de marzo de 2024

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Debiese existir el derecho a parar, a pausar el automatismo diario para detenerse, como una necesidad de descanso, de volver al centro y preguntarse si se quiere estar donde se está, como una manera de autoreconocimiento, de conexión y de legitimar lo que nos gusta y queremos preservar y lo que contrariamente resta a nuestro bienestar.

Para parar, no sólo necesitamos una semana o un día, no se trata de temporalidad, sino de darse el tiempo de pensar y sentir que en este preciso momento, es decir AHORA mismo, hemos decidido -conscientemente- poner una pausa para nosotros mismos, para mirar hacia adentro y para mirar hacia afuera, para inhalar y exhalar, como un acto de redención, de revindicación hacia nuestra vida, así recapitular la ruta, nuesto camino recorrido hasta ahora, para direccionar la misma y seguir.

Mariell O.



sábado, 9 de marzo de 2024

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Mucho se habla, lee y escucha sobre la voz interior, esa que viene de nuestro ser sabio, nuestra intuición, pero poco o nada se explica de la voz exterior, esa que resulta ser un espejo nuestro en el entorno en el cual habitamos, si la voz externa es el ying, la voz interna es el yang, un equlibrio desde los opuestos.

La voz externa es nuestra sombra, aquella que vamos proyectando cotidianamente en los otros o en lo otro. "No tolero la envidia de esa perdona, no perdono los atrasos, siempre me sirven el café tibio en esta cafetería..." y así vamos sumando y coleccionando nuestta lista proyectiva de malestares, creyendo que se trata de los otros, de lo ajeno, lo no propio, nos restamos de que somos parte de nuestro entorno y ese entorno es parte de quienes somos.


La voz exterior hace eco en nuestra mente, suave, sutil, casi silenciosa cuando nuestra evolución de consciencia es aún reprimida, en cambio cuando calamos hondo y nos asociamos buscando comprender, preguntándonos (¿cómo ha sido mi relación con la envidia? ¿Qué me pasa con llegar atrasada? ¿Qué me pasa con la autoaceptación? Me lo permito?) Sabemos o nos sabemos y conocemos en ese malestat que emerge en automático, pudiendo autopercibirnos de inmediato, desde ese espacio externo...nos iluminamos y sólo así, nos integramos, funcionando una sola voz, la del corazón.

Mariell Olavarria